¡Bienvenidos a Guatimoc!

Autor: EnSUMA »12:37:00 a.m. »Sin comentarios

Un reportaje de: José Torres Cancino/Darinel Zacarías

Amanece en Guatimoc y el tornasol del cielo desviste a la penumbra de la noche para dar paso al verde agresivo que atesta el entorno. Allí, en la puerta de entrada a la montaña de Chiapas se respira un aire incierto. El gruñir de la tierra no se escucha más pero sí el cuchicheo de la gente buscando explicaciones a lo inconcebible.


La comunidad localizada en el municipio de Cacahoatán, entrando por el ejido Faja de Oro, fue una de las más golpeadas por el sismo de 6.9 grados que sacudió el pasado lunes a la entidad y Guatemala.

Sus calles flacas y extensas ahora son taloneadas por elementos del Ejército mexicano que en carros militares portan una pancarta amarilla con la leyenda “PLAN DN-III- E”.

Con el gesto cansino y parco, los uniformados avanzan de un lado a otro con palas en las manos chorreadas de lodo. En las calles los pequeños dan la bienvenida al visitante y lo adentran a lo que parece otra dimensión, quizá no desconocida pero sí bipolar.

Lupita fue una de las tantas protagonistas de esta película de terror en el sur de Chiapas. Cuando la tierra comenzó a remecerse, ella y los seis integrantes de su familia, entre estos niños, se colocaron en el centro de la sala y aguardaron algunos segundos en espera que la naturaleza diera tregua.
Empero, pasados diez segundos entendieron que no habría tal consenso y decidieron salir a la calle.


“Fue traumático, la verdad nunca había vivido algo así (…) este temblor fue muy fuerte y cuando vinimos a ver nos dimos cuenta que la casa estaba llena de polvo, me sorprendí mucho porque en un abrir y cerrar de ojos lo perdimos todo, no quedó nada de nuestras cosas y ahora no podemos habitar esta casa destruida que amenaza con caerse”, relata anonadada.

Pero para cada uno de los habitantes de Guatimoc la historia es diferente aunque en el libreto se lea “desgracia”.
Emma es madre de Alan, José y Yeimi, de 7 y 4 años y un mes, respectivamente.

“Sentí mucho miedo no por mí sino por mis tres hijitos, apenitas me dio tiempo de jalarlos a los tres. José se trabó en un pabellón y nos salvamos de que una pared nos matara”, narra la desventurada joven mujer.

A Emma y su esposo Florentino las autoridades les informaron que su casa está valorada como pérdida total, lo confirma la pintura fresca en la pared agrietada de la que hasta el lunes por la madrugada seguía siendo su sitio seguro; ahora esa vivienda muestra una clave pintarrajeada que dicta sentencia que el acabose en ese sitio llegó, como si de un estigma se tratara.

“Tengo mucho miedo, ya nada mas pasa un carro pesado, por ejemplo el de los soldados, y siento que está temblando, entonces nos asustamos mucho. “Antes cuando temblaba salía corriendo a la tele a ver las noticias para saber qué había ocurrido, pero ahora ya ni eso tenemos, ni tele, ni cama, ni nada, nos hemos quedado sin nada en las manos más que la tristeza”, expresa con la voz ahogada en llanto.

Para Emma se trata de la lección de vida más fuerte que le ha tocado.


Ahora asimila que tienen que dormir prácticamente en la calle o en uno de los albergues instalados en canchas y escuelas de la comunidad.

En medio del a nada, concluye que, a final de cuentas, más valió lamentar las pérdidas materiales que la vida de alguno de sus pequeños que ahora merienda en una cocina comunitaria.


Muchos padecen la ausencia de agua en algunos sectores.

Como Emma, varias mujeres buscan el vital líquido para poder asearse e hidratarse, son pocos los que tienen acceso a este “privilegio” debido a que los canales de conducción se colapsaron.

Los ríos todavía con tintes diáfanos dan ese tanque de oxigeno que necesitan, mientras brigadistas de la Cruz Roja y de los tres órdenes de Gobierno arriban al lugar con víveres para sobrellevar la situación.

Guatimoc fue severamente golpeado en sus entrañas por este terremoto, pero aún así la gente da la bienvenida a una tierra que quiere florecer y quitar ese aire de luto con una sonrisa y la heroica narración de lo que pudo haber sido el final y ahora vislumbran como el inicio, como un big bang existencial y físico que la vida misma dictó.


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