FIN DE SEMANA DE FINALES
Autor: EnSUMA »9:22:00 p.m. »Sin comentarios
Para
los que nos gusta el futbol, que hemos hecho nuestra la variedad de
registros liricos, incluidas las viñetas de las estrategias, disfrutamos
de dos grandes juegos, dos grandes finales: el Bayer Múnich versus Chelsea F.C, de la UEFA Champions League, y el Santos versus Monterrey, de nuestra vilipendiada Liga mexicana.
Vamos
a la primera, Europa, la de Balzac, Dickens, Joyce, Baudelaire, Musil;
la de Puskás, Di Stéfano, Zidane, Eusebio. Ahí donde los espectadores
nos apropiamos de la dimensión del valor, como reto físico e
intelectual, que tiene el juego, el mismo que reúne a historiadores,
sociólogos, economistas y escritores en un espacio que deja de ser
geográfico y se transforma en el mismo tema de controversia ¿Merecía el
Chelsea ganar la Champions con ese sistema horrendo inspirado en su
entrenador italiano? Pues sí y no.
Defenderse es un arte, dicen los
burócratas del lenguaje. Quizá. No siempre al cotejar tesis, ideas,
líneas de hasta siete defensas en el fondo nos llevarán a la misma
conclusión. Y eso qué importa: el Bayer desplegó un futbol espectacular,
pero el Chelsea tuvo a dos hombres que no teorizaron el sistema de Di
Matteo, y en la batalla contra los molinos de viento, solitarios, y de
frente a los mecanismos de la desigualdad futbolística, no se pusieron
la playera de otros, no se “echaron el equipo al hombro”, sino que en
ese mecanismo abstracto de transfundirse en el corazón la sangre de una
ciudad, un país, la de sus demás compañeros, contando a los de la banca,
hicieron que la suma de celebraciones de millones de alemanes se
quedaran entre dos estampas que se recordarán por mucho tiempo: el
golazo de Drogba al minuto 87 y la gran atajada al penalti de Robben por
Peter Cech en el tiempo extra. Los otros, como en las grandes guerras,
cumplieron y se les recordará; claro, en otros derroteros menos
transitados. El futbol es así.
SANTOS CONTRA MONTERREY
Y
en nuestra Liga, en un camino menos marcado en sensaciones, pero no por
eso menos importante, vimos un juego sin criterios uniformes, más
dúctil en algunos momentos, desordenado incluso, lo que permitía un
ritmo atropellado entre dos hemisferios neurológicos donde persistió la
improvisación, el accidente, el choque de dos historias donde lo más
sobresaliente fue ver cómo llevaron el juego a las fuentes domésticas
primarias: defenderse como se podía, atacar como se podía. Y por eso fue
un juego emocionante hasta el final.
Oswaldo rechaza a medias, el balón
le queda a modo a De Nigris, que remata, y Oswaldo –tan caudillo, tan
dado a vivir su propia guerra civil– sujeta la pelota y derrumba,
dejándose caer al césped, el último aliento de una línea de delanteros
letales: Suazo, Delgado, Carreño, Pérez, Ayovi, Cardozo, De Nigris.
Ha muerto el rey, viva el rey, y como escribe Juan Villoro –con toda razón– Dios es redondo y pronto empezará la Eurocopa.
Luis Daniel Pulido
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